LOS SANFERMINES QUE HA VIVIDO EL GRAN HOTEL LA PERLA

DESDE 1881 HASTA LA ACTUALIDAD

FIESTAS DE SAN FERMÍN 1937

         Normalmente, cuando escritores e investigadores han tratado de documentar las fiestas de San Fermín, al llegar a este año han abierto un paréntesis que abarca a los años 1937 y 1938, omitiendo cualquier dato sobre estos dos años, justificándose siempre en el hecho de que no hubo fiestas.
         Y así es; España estaba sumida en lo que se ha conocido popularmente como Guerra Civil o Cruzada, y en ella Navarra era la principal protagonista con la presencia en los diferentes frentes de miles de navarros.
         Sin embargo la festividad de San Fermín y su tradicional periodo festivo si que se dejaron notar entre los pamplonicas de alguna manera.

         Todo empezó el 24 de junio. Aquél día el pleno municipal del Ayuntamiento de Pamplona aprobó, por unanimidad, la moción presentada por el propio alcalde don Tomás Mata en la que éste proponía que, con motivo de las próximas fiestas en honor a San Fermín, se suspendan, por este año, todas las fiestas de carácter profano, y que el Ayuntamiento concurra a los actos religiosos del día de San Fermín y de la Octava, así como a las vísperas del día 6, aunque sin música ni gigantes. Tras un breve cambio de impresiones entre los munícipes –sesudos ediles, que diría Arazuri- se acordó también que no hubiese procesión.
         Cabe hablar pues, por lo tanto, de que en atención a las circunstancias del momento se suspendieron oficialmente todos los actos que no eran de carácter religioso.

         Es así como a las cuatro y media de la tarde del día 6, la corporación pamplonesa después de cinco años de ausencia oficial, se trasladó hasta la capilla de San Fermín con maceros y timbales, para participar en la celebración tradicional de las vísperas. Intervino en el acto la capilla de música de la Catedral y ofició el párroco de San Lorenzo, don Justiniano Arratibel, acompañado de todo el Cabildo, portándose mazas y capa pluvial; y una hora después terminaba –dice “Diario de Navarra”-, saliendo el Ayuntamiento con el clero hasta la puerta principal, desde donde regresó a la Casa Consistorial acompañado de un poco más de gente que a la llegada. Allí, al entrar a los acordes de la Marcha de la Ciudad, se oyeron un Viva España y otro a San Fermín, que fueron fuertemente contestados.

         El día 7 “Diario de Navarra” exhibió en su portada la efigie de San Fermín, recordando su onomástica entre partes de guerra, necrológicas y múltiples noticias desde los frentes de combate; en medio de este ambiente informativo, y acorde con aquellas especiales circunstancias, tanto “Diario de Navarra”, como “El Pensamiento Navarro” pusieron el siguiente titular: San Fermín: luchó por Dios hasta la muerte.
         Este día, sin procesión pero con misa, fue fiesta laboral porque así lo estableció el Gobernador civil, Francisco de la Rocha, en recuerdo de sus tradicionales fiestas, acordando que se considere y guarde como feriado a todos los efectos de trabajo.

Pamplona no estaba para fiestas
 
         Sin embargo, curiosamente, donde más se dejó notar la fiesta de San Fermín fue en los frentes. Las Brigadas de Navarra, por orden dictada desde Vitoria por el general Solchaga, solemnizaron tan señalada fecha con una Misa de Campaña y con un rancho extraordinario, a cuyo fin –dictaba la orden del 6 de julio- las Unidades extraerán del Parque de Intendencia para mejorar la comida: un jamón para cada 25 individuos, 250 milímetros de vino, 20 de aguardiente, 100 gramos de mermelada, 20 de café, 50 de azúcar y un cigarro puro por individuo.
         En el frente de Somosierra, concretamente en el Puerto de Navafría, los combatientes navarros, sin descuidar para nada la misión por la que allí estaban, celebraron sus particulares fiestas de San Fermín a semejanza de las que tradicionalmente se celebraban en Pamplona. Los requetés organizaron una corrida de toros, haciendo unos de toreros, otros de toros, de banderilleros, y de todo lo que hiciese falta; para el paseíllo y para los cambios de tercio tampoco faltó la banda de música compuesta, con la modestia que impone la guerra, de un chistu y de un acordeón. Por supuesto que también hubo actos religiosos, y comida especial, y cantos, y bailes, y... sana nostalgia.

Navarros en el frente de combate


PINCELADAS

Alcalde.- D. Tomás Mata

Feria de ganado.- A este acto tampoco le afectó la suspensión de las fiestas. Hubo feria pero el público fue escaso, eso sí, gitanos hay por legiones; esperaban sin duda que las cosas se pusieran para ellos de cara, decía “El Pensamiento Navarro”.

“Oración y Penitencia”.- La asociación piadosa “Oración y Penitencia”, con motivo de la festividad de San Fermín, tuvo la iniciativa de obsequiar a los requetés del Tercio San Fermín. Los donativos, verdaderamente espléndidos, se solicitaron y se recogieron a través de Radio Requeté de Navarra.

“El Liberal” y las peñas conspiradoras.- El periódico bilbaíno “El Liberal” dedicó un amplio espacio a los sanfermines. En él manifestó sus sospechas de que en las últimas fiestas, las de 1936, los curas preparaban a los requetés en las iglesias, y que los carlistas lanzaban las cuadrillas por las calles los días de fiestas –en alusión al Muthiko Alaiak y a la Peña Denak Bat- para disimular el contrabando de armas y lo que preparaban.

Sanfermines en las trincheras.- El Tercio de Santiago, en primera línea de combate, sorprendió en la mañana del día 7 al adversario tocando la diana en honor a San Fermín –la misma que tradicionalmente toca La Pamplonesa-. Acto seguido hicimos un simulacro de encierro –relataba Eusebio Echarte, sargento-, habiendo los consabidos trompazos, pero gracias a Dios no hubo heridos graves. No faltaron los actos religiosos ni la comida extraordinaria.