LOS SANFERMINES QUE HA VIVIDO EL GRAN HOTEL LA PERLA

DESDE 1881 HASTA LA ACTUALIDAD

FIESTAS DE SAN FERMIN 1926

         Faltaban tan sólo tres meses para que Hemingway publicase en Estados Unidos su novela “Fiesta”, pero para entonces la fama internacional de los sanfermines era ya imparable. Y es que las fiestas eran únicas. Y no hablamos de elementos tan peculiares como el “encierro”, sino de algo tan cotidiano en la geografía española como lo eran las corridas de toros que, en contra de lo que piensan algunos, son más navarras que andaluzas.
         Las corridas y el santo son los dos únicos denominadores comunes de todas las ediciones sanfermineras que durante siglos ha conocido Pamplona. En cualquier otro punto que no fuese la capital navarra la gente acudía a los toros con espíritu crítico, con ganas de ver un espectáculo de calidad en el que toros y toreros debieran de ser perfectos; y así poder luego debatir en soporíferas tertulias taurinas sobre la evolución de los diestros o sobre el purismo de las ganaderías. En Pamplona, salvo algunas excepciones, esto no era así; a la plaza se iba a disfrutar. ¿Qué era una corrida de toros en Pamplona en 1926?, “Diario de Navarra” lo describió perfectamente: Corridas sin sol, sin magras, sin vino ribereño, sin cánticos, sin cuadrillas juveniles izando el cartelón y el pan y la bota descomunales, ¡no son corridas!.

         Eso no quita para que los mozos no tuviesen criterio suficiente para diferenciar entre el diestro que tiene una mala tarde o el diestro que no actúa conforme a lo que se le ha pagado haciendo, a la vez, un alarde de incompetencia. Esto explica la tremenda bronca que el día 7 se llevó el Niño de la Palma, la invasión del ruedo por parte de jóvenes exaltados que querían darle un repaso, y la oportuna intervención de los guardias de seguridad.

         El cartel taurino de este año estuvo compuesto por los toreros Sánchez Mejías, Marcial Lalanda, Cayetano Ordoñez, Nicanor Villalta, Zurito y Juan Belmonte. La única variación que hubo fue en la segunda corrida, en la que Zurito tuvo que sustituir a Lalanda. Las ganaderías participantes fueron las de Leopoldo L. Clairac (antes Gamero Cívico), Pablo Romero, Cándido Díaz, Conde de la Corte y Francisco Villar.

         Pero las fiestas no son sólo toros -aunque sin ellos no se entendería la fiesta-, y aquél año hubo cosas tan curiosas como la Exposición Regional de Agricultura e Industrias que se celebró en los Salesianos, o el Concurso de Belleza Infantil, o el grandioso Alarde de Bandas de Música que cerró los actos sanfermineros el día 18.
         La alcaldía tomó también sus medidas para evitar esa absurda costumbre de enmascararse durante las fiestas; y para evitar la avalancha de limpiabotas, que parecían suponer un 50% de nuestros visitantes. Se cerró las puertas a los mendigos, y a los que ya estaban dentro se les echó, pagando así justos por pecadores.
         El recinto ferial estaba en Padre Moret, con sus barcas-columpios, con sus circos y con sus tiovivos. El Gayarre y el Olimpia ofrecían atractivas actuaciones; y los gigantes y cabezudos hacían las delicias de la chiquillería. Oroquieta y Caballer se encargaron de la pirotecnia; y la Colonia Navarra de San Sebastian nos visitó en medio del afecto popular. Los más vistosos fueron los aviadores del “Plus Ultra”, don Julio Ruiz de Alda y don Juan Manuel Durán, homenajeados por el regimiento de Almansa.

PINCELADAS
Alcalde.- D. Leandro Nagore

Horario.- Encierro: 7 de la mañana. Corrida de toros: 5’30 de la tarde.

Llegada de forasteros.- Si alguien se tomase la molestia de leer todas las crónicas periodísticas de cada edición de las fiestas, se encontraría con que el denominador común de todos los años es eso de que este año han venido más forasteros que nunca. También este año se afirmó así.
         “Diario de Navarra”, a la hora de abordar esta afirmación, decía: ... transcurrió el día en un incesante llegar de forasteros que no sabemos dónde demonio se van a meter. De elemento americano, sobre todo, y de Francia, han venido en proporciones extraordinarias.

Las peñas.- Entre las cuadrillas de mozos que, de forma organizada, participaban en las fiestas, destacaba este año la “Peña Indarra” paseando su pancarta por las calles de la vieja Iruña. Muy participativa estuvo también la “Peña San Fermín”, con rondalla propia que incesantemente interpretaba su himno y un amplio repertorio de alegres músicas; estos últimos, que nada tienen que ver con la actual peña del mismo nombre, se caracterizaban por exhibir al frente de su comitiva un gran farol.

La última corrida, esa si que fue extraordinaria.-  Se lidiaron esa tarde nada menos que ¡nueve toros!; ocho de ellos pertenecían a la ganadería de don Francisco Villar, lidiados por los diestros Lalanda, Villalta, Zurito y el Niño de la Palma; el noveno toro, de don Cándido Díaz, fue para Alfredo David. Esta anomalía se debió al mal resultado de los toros y al buen humor del resto del personal. De hecho, el noveno toro, fue un remate final de homenaje al público por todo lo que esa tarde había tenido que aguantar; y para más chirigota, en este último morlaco, los matadores actuaron de peones, y el peón Alfredo David actuó de matador.
         El ganadero don Francisco Villar, al que habría que haberle visto la cara, tratando de compensar el espectáculo que habían dado sus toros, depositó en la Casa de Misericordia un donativo de 1.500 pesetas. Se añadieron éstas a las 200 pesetas que León Salvador donó a esta institución el primer día que llegó a Pamplona.

España... ¡por San Fermín!.- A los tradicionales actos festivos que los días 6 y 7 de julio organizaban, en honor a San Fermín, las colonias de navarros de San Sebastian, Bilbao, Barcelona y Madrid, entre otras capitales, este año se tuvo conocimiento de celebraciones similares en las ciudades de Ceuta y de Melilla, en las que los soldados navarros allí desplazados tuvieron mucho que ver.