LOS SANFERMINES QUE HA VIVIDO EL GRAN HOTEL LA PERLA

DESDE 1881 HASTA LA ACTUALIDAD

FIESTAS DE SAN FERMÍN 1885

            Las fiestas de este año vienen marcadas y precedidas por la epidemia del cólera morbo asiático. Días antes de empezar, los rumores se extendieron por toda Navarra en el sentido de que era muy probable que se suspendiesen. Los medios de comunicación se apresuraron a desmentir este rumor. Lo que sí se suspendió, a propuesta del Gobernador Civil, fue la Feria de Ganado, tal y como lo decretó el Ayuntamiento de Pamplona en su sesión plenaria del 29 de junio; en lo que ya no le hizo caso el Ayuntamiento al Gobernador fue en seguir el consejo del segundo de suspender las fiestas. En cualquier caso, las circunstancias sanitarias hicieron que la afluencia de forasteros se viese ligeramente mermada respecto a las cifras de otros años, tanto más si tenemos en cuenta que el 5 de julio todavía se daba por probable de que las fiestas se iban a suspender.
            Sin embargo el temor estaba allí. El cólera se había detectado ya en Zaragoza; y en vísperas de fiestas el Gobernador Civil ordenó acordonar Navarra para evitar su expansión a esta provincia. El mismo 5 de julio se puso en el nudo ferroviario de Castejón un riguroso servicio de inspección y de fumigación, así como un lazareto; incluso en la estación de Pamplona hubo un servicio de inspección y fumigación a todo el que llegaba a la ciudad; este servicio estaba a cargo de los señores José Revestido (médico), Nicasio Iribárren (farmaceútico), y Fidel Amorena (ministrante)..

            El encierro se hacía a las seis de la mañana, corriéndose después para diversión de los aficionados y del público vacas y novillos, siendo gratis la entrada. Tan solo hubo que lamentar un herido el día 8, que recibió el golpe de un toro en el ruedo cuando los morlacos, finalizado el recorrido del encierro, se disponían a entrar a los toriles.
            A las 10 de la mañana del siete de julio salía la procesión, concurriendo en ella, como era costumbre, los diferentes gremios con sus estandartes, el clero parroquial, el Cabildo y la corporación municipal. En el paseo de la calle Estafeta había música de doce a dos de la tarde.
            Las corridas de toros eran a las cuatro y media de la tarde, cobrando en ellas especial protagonismo los diestros Lagartijo y Mazzantini, o ganaderías como las de la Viuda de Zalduendo (Caparroso), Pedro Galo Elorz (Peralta), Raimundo Díaz (Funes), o la del Conde de Espoz y Mina (Pamplona), siendo esta última la que antes llamaban de Carriquiri, así como la ganadería forastera del Conde de Patilla (Benavente). La plaza se adornaba en aquella época con banderolas y gallardetes de España, Navarra y Pamplona.
            En la plaza del Castillo, a las nueve de la noche del día 7, se quemaba una colección de fuegos artificiales, preparada y dirigida por la casa Berástegui, de Pamplona, que constaba de 37 números diferentes, entre los que había tres que nunca se habían visto en esta ciudad, que eran “El gran mosaico”, “Los caprichos encontrados”, y “Gran frontispicio”; este último número imitaba o evocaba la entrada a un jardín. Y en el paseo de Valencia se exhibía una magnífica iluminación con más de doce mil bombas de gas, que iluminaba la sesión de música que allí se ofrecía hasta la madrugada. Los Gigantes y Cabezudos recorrieron las calles de la ciudad todos los días de las fiestas, excepto el día 9. Las vísperas del día 14 fueron predicadas por “el elocuente y profundo orador” D. Dámaso Legaz, canónigo lectoral y Rector del Seminario Conciliar.
            Este año actuó en fiestas la compañía acróbata del señor Carral, en la que destacaba la funambulista pamplonesa Remigia Echarren.

Membrete de la funambulista Remigia Echarren



PINCELADAS


Alcalde.- Miguel García Tuñón

Horarios.- Encierro: 6 de la mañana; Corrida de toros: 4’30 de la tarde.

Cartel, programa de mano y billetes de toros.- La papelería de estos años eran obra de Manuel Salvi, que se dedicaba al diseño e impresión de cartelería, programas de mano y billetaje. El Ayuntamiento se ocupaba de pasarle un boceto de lo que se quería, y él se ocupaba de lo demás.
Este buen hombre ponía verdadero interés en que se le adjudicase cada año a él esta labor, y para ello no dudaba en escribir cuantas veces hiciese falta a la Comisión de Festejos, en enviar propuestas, y llegado el momento, en añadir más colores y mejor calidad de papel sin incrementar el precio. A pesar de ello las relaciones no eran del todo buenas; hacía sufrir a la Comisión de fiestas con sus retrasos y sus errores, que después trataba de compensar a base de disculpas y de más colores.
Manuel Salvi, vivía en el nº 46 de la calle Montera, en Madrid; y dirigía un periódico “para señoras y señoritas”, que se llamaba “La Bordadora y el Día de Moda”.
Los carteles que hacía para los sanfermines eran de 240 x 130 cms; este año hizo 160 carteles. El programa de mano tenía forma de cartera, con cubierta cromo-litografiada y el contenido impreso a seis tintas. Y el billetaje… esa fue la cruz  que tuvo que llevar la Comisión de Fiestas este año; ni se cumplieron los plazos de entrega, ni se ajustaba a los colores que se le había encargado.

Adelantos en el encierro.- Una de las novedades de este año es que se colocó una valla-puerta al final de la calle Estafeta, con el objetivo de que si al final del encierro alguno de los toros se volviese desde la puerta de la Plaza de Toros su capacidad de retroceder por el recorrido se viese totalmente limitada. Para ello lo que se hacía era que en el momento en el que los toros pasaban a la altura de la calle Espoz y Mina, un empleado municipal cerraba ya la calle Estafeta. “El pensamiento es digno de elogio y lo aplaudimos”, decía el rotativo “Lau Buru” en su periódico del 5 de julio.

Almuerzos y toreros en La Perla.- La Fonda La Perla, en el nº 1 de la Plaza del Castillo, dispuso un servicio durante todos los días de fiestas de servicio de almuerzos, comidas y cenas. Este servicio tenía un horario amplio: desde las siete de la mañana hasta las dos de la madrugada.
Por otro lado, el 6 de julio se alojaba en esta fonda el prestigioso matador de toros guipuzcoano Luis Mazzantini. Y el día 7 quien se hospedaba era el diestro Lagartijo.

Ópera y teatro.- Además de los festejos oficiales en el Teatro Principal había diariamente función de ópera a cargo de una compañía dirigida por el barítono Antonio Pousini. En el Circo de Labarta dio varias funciones la compañía de Mr. Wolsi, artista este que se hizo famosos por sus números de equitación.

Arco en honor a Sarasate.- En la calle Mayor había una sociedad de recreo que se llamaba La Terps core. Junto a su local instalaron estas fiestas un vistoso arco de madera de boj en cuya parte superior exhibía una frase que recogía el cariño y la admiración que los pamploneses sentían hacia la figura del violinista Pablo Sarasate. Este arco era paso obligado de don Pablo cuando llegó y entró a la ciudad.

Venta de entradas para los toros.- Se establecieron seis puntos de venta para las corridas de los toros; tres en la propia Plaza de Toros, dos en los soportales del Teatro Principal, y uno en el nº 6 de la Plaza del Castillo, que era la tienda de D. Juan Díaz.

Bien armado.- En la corrida del día 8 llamó la atención el sexto toro, llamado Alguacil. Y si llamó la atención fue por su tamaño reducido. Decía un periodista local que era “más pequeño que el becerro de oro, suponiendo que el tal becerro fuera de tamaño natural; en la reseña decía que estaba bien armado, nosotros ignoramos de qué lo estaría, pues sus diminutos cuernos se confundían con las orejas” (…) “El público pedía que semejante mono fuera a descansar al dulce regazo de su madre”.

Uno de los borradores del programa de fiestas antes de ser enviado a la imprenta
(Archivo Municipal de Pamplona)

Membrete del pirotécnico Ciriaco Berástegui


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