LOS SANFERMINES QUE HA VIVIDO EL GRAN HOTEL LA PERLA

DESDE 1881 HASTA LA ACTUALIDAD

FIESTAS DE SAN FERMIN 1958

         El cartel anunciador de las fiestas de este año recogía bellamente la imagen de un timbalero. Era éste un oficio escasamente reconocido, por lo menos hasta esta edición festiva. Y precisamente, el año en el que el timbalero alcanzó la verdadera exaltación de su oficio, elevado a la categoría de tema único del cartel anunciador de las fiestas, oficio señorial que marca y señala con solemnidad el principio y final de la fiesta, los cambios de suerte en el coso taurino, el comienzo del ¡riau riau!, y dan un toque emotivo a la procesión de San Fermín; precisamente –digo- este año, Joaquín Desplán, timbalero municipal durante los últimos veinte años, ya no estaba entre nosotros.
         Algunos entendieron el cartel como un homenaje póstumo; otros lo creyeron fruto de la casualidad; lo cierto es que por vez primera el papel, largamente desempeñado por Joaquín Desplán desde 1938, había quedado oficialmente reconocido.

         Las fiestas iniciaron su andadura en medio de una intensa lluvia. En esta ocasión el presidente de la Comisión de Fomento, don Cesar Fonseca, quiso hacer algo diferente a lo que hasta ahora habían hecho sus predecesores, y, ni corto ni perezoso, improvisó unas breves palabras para saludar a la concurrencia, que, precisamente por breves, a nadie disgustaron; y fueron estas: ¡Pamploneses!. En este feliz momento, la ciudad inicia el periodo de sus fiestas patronales, y pido a San Fermín las mayores bendiciones para todos. ¡Viva San Fermín!.
         La prensa local hacía la observación de cómo en los últimos años se estaba poniendo de moda eso de descorchar botellas de champán tras el estallido del cohete.

         Pamplona había estrenado nuevo alcalde, y éste, don Miguel Javier Urmeneta, gozaba, sin duda, de una gran popularidad y del afecto generalizado de la ciudadanía. Tal es el caso que durante las vísperas fue repetidamente aplaudido y vitoreado. En la corrida del día 7, al hacer acto de presencia en el palco de la presidencia, la plaza entera le recibió con una prolongada ovación; nunca se había visto nada igual en el coso pamplonés. Y por si esto no fuera suficiente, a la corrida de los miuras asistió vestido de pamplonica y se sentó con las peñas para disfrutar como un mozo más.

         Por lo demás, nada especial sucedió. Las fiestas transcurrieron conforme lo previsto en el programa, como tenía que ser. La comparsa de Gigantes y Cabezudos, además de acompañar al consistorio en sus salidas a las funciones religiosas (vísperas, procesión y octava), los días 8 al 13 realizaron los recorridos programados.
         En el río Arga, tal y como venía sucediendo en los últimos dieciocho años, se celebró el día 6 la “Travesía del Arga”, una prueba de natación organizada por el Sindicato Español Universitario (S.E.U.).
         Los fuegos artificiales se disparaban cada noche, a las diez y media, desde la Plaza del Castillo. El Cine Público se celebraba en la Plaza de San Francisco; y el Teatro de Marionetas en la de San José.
         Tampoco faltaron las “Tiradas Extraordinarias de Pichón”, ni el “Concurso Hípico Nacional”, ni los partidos de pelota, ni las exposiciones, ni la Tómbola...

         En la Plaza de Toros pudo verse a Antonio Ordóñez, Curro Girón, Gregorio Sánchez, Antonio Borrero Chamaco, Rafael Jiménez Chicuelo hijo, Marcos de Celis, Isidro Marín, Ramón Solano Solanito, Juan González Jiménez El Trianero, y al rejoneador Angel Peralta; que lidiaron reses de las ganaderías de Salvador Guardiola, Manuel Arranz, Mª Teresa Oliveira, Sepúlveda de Yeltes, Vizconde de Garci-Grande, Eduardo Miura, y Viuda de Galache.
         Quien realmente triunfó en el coso pamplonés fue la perrita Ortega, una perra juguetona que quedó ante la multitud como la heroína inteligente y valerosa en la historia de los encierros de 1958. En uno de ellos, fracasada la tarea de los cabestros, de los pastores y de los dobladores para encerrar a un toro que se había quedado sólo en la arena de la plaza, salió la perrita Ortega y, mordiéndole en las patas, el rabo, en el morro o donde buenamente podía, le fue llevando al corral en medio del regocijo y admiración de los 25.000 espectadores. Los aplausos que recibió por su faena y la vuelta al ruedo a hombros de los mozos, fue la nota más destacable de las fiestas.

7 de julio de 1958

PINCELADAS

Alcalde.- D. Miguel Javier Urmeneta

Horario.- Encierro: 7 de la mañana.  Corrida de toros: 5’30 de la tarde.

Chupinazo.- D. Cesar Fonseca

Visitantes importantes.- Mr. John Davis Lodge (Embajador de Estados Unidos); y el Excmo. Sr. Conde de Mayalde (Alcalde de Madrid).

Zezenzusko a la luz del día.- La Sociedad Cinematográfica “Madrid Films”, con la debida autorización de la Alcaldía, organizó el día 9, a las seis de la tarde, su particular toro de fuego desde la Plaza de San José. Esta empresa estaba realizando un documental, ¡en color!, sobre los sanfermines. Pidieron una masiva participación de los niños pamploneses, y que fuesen ataviados de pamplonicas