LOS SANFERMINES QUE HA VIVIDO EL GRAN HOTEL LA PERLA

DESDE 1881 HASTA LA ACTUALIDAD

FIESTAS DE SAN FERMÍN 1940


         El día 3 de julio la Alcaldía sacó su primer bando para las fiestas; aquél bando, en consonancia con el texto de los emitidos durante las cuatro décadas anteriores, proclamaba, entre otras cosas, la prohibición del uso de trajes o prendas que conviertan las fiestas en mascarada, (...) dar gritos o tocar instrumentos o aparatos de música mecánica desde la una de la noche hasta las cinco y media de la madrugada, o (...) circular abrazados por las calles y paseos personas de ambos sexos o hacerlo, en todo caso, en forma descompuesta.
         Pero a este bando siguieron otros, con nuevas prohibiciones, como el que recordaba a las empresas de espectáculos la prohibición de colocar carteles anunciadores en las fachadas de los edificios de la ciudad, limitando la colocación de anuncios a los lugares de costumbre y vallados que cierran las obras en ejecución.
         Sin embargo, de todas las prohibiciones que hizo el Ayuntamiento, la más polémica fue la que prohibía el estacionamiento de gitanos y vagabundos en las proximidades de la ciudad; el periódico “El Pensamiento Navarro” fue el primero en recordar a la Alcaldía que había muchos tipos de “gitanos” entre las personas que no pertenecían a esta etnia. A los vagabundos nadie los defendió.

         Se hablaba ya de chupinazo oficial para denominar al primer cohete que a las doce del mediodía del día 6 anunciaba el inicio de las fiestas. Fue este un chupinazo pasado por agua; la lluvia obligó también a retrasar el ¡riau riau!, jugándole la mala pasada a la corporación municipal de engañarles con una falsa tregua, que permitió el inicio del desfile, para, seguidamente, reanudar el diluvio cuando los munícipes comenzaban la calle Mayor.

         Paralelamente al disparo del chupinazo se procedió, en la Escuela de Artes y Oficios, a la inauguración de la Exposición de Artistas Navarros; a este acto asistieron las primeras autoridades, desde el alcalde hasta el obispo. Tan sólo unos años después hubiese resultado impensable que a las doce del mediodía del día 6 de julio hubiese otro acto festivo que no fuese el chupinazo, o que las autoridades de la ciudad dejasen de acudir al cohete por estar presentes en la inauguración de una exposición. Sin embargo en 1940 el chupinazo no tenía todavía la suficiente consistencia, de hecho, en el programa oficial de las fiestas todavía no se reconocía al chupinazo como acto de inicio de las fiestas (la prensa si lo hacía); oficialmente las fiestas daban comienzo con el tradicional repique de campanas y con el disparo de chupinazos desde diferentes puntos de la ciudad.

         Por lo demás las fiestas transcurrieron dentro de su ambiente tradicional. En la Plaza 22 de Agosto (o del Vínculo) hubo cine público y gratuito por iniciativa municipal; allí se pudieron ver películas, habladas en español, como “Jaque al Rey”, “La isla del tesoro” o “Vuelo nocturno”, todas ellas de la prestigiosa productora “Metro Goldwyn Mayer”. Las barracas, como ya era tradición, se colocaron en la explanada del Ensanche.

         En el terreno taurino Pamplona asistió al debut en esta plaza de Manolete; este joven había tomado la alternativa el año anterior, y se perfilaba ya como una de las grandes promesas del toreo a juzgar por los éxitos que iba cosechando. Sin embargo en Pamplona no tuvo buen comienzo. El crítico taurino de “El Pensamiento Navarro” dijo de él que, si había que juzgarle por su actuación en Pamplona, habría que decir que se trataba del timo de la temporada: porque no cabe ni menos decisión, ni menos pundonor, ni más sosería en sus lances. Sus estocadas son de lo peor imaginable; entra desde lejos, buscando la salida descaradamente, pinchando siempre en el cuello y huyendo finalmente.
         Además de Manolete estuvieron este año en Pamplona: Curro Caro, Belmonte (hijo), Ortega, El Estudiante y Pepe Bienvenida; repartiendose las ganaderías de Carmen de Federico, Pablo Romero, Villamarta, Cobaleda y Santa Coloma.
         De obligada mención es también la novillada extraordinaria del día 13, fuera de abono, en la que tomaron parte Luis Ortega, Domingo González Dominguín y Pepe González Dominguín, que lidiaron seis novillos de la ganadería de Domingo Ortega.


PINCELADAS

Alcalde.- D. José Garrán

Horario.- Encierro: 7 de la mañana.  Corrida de toros: 5’30 de la tarde.

Chupinazo.- D. Joaquín Ilundain

Las canciones del año.- Un periodista local publicaba una reseña festiva en la que desvelaba qué canciones eran las que entonaban los mozos de Pamplona ese año, y decía así: Hasta nuestro balcón abierto llegan esta madrugada, ininterrumpidos, los clamores de la gente indomable que espera a las siete de la mañana cantando el “¡No hay quien pueda!”, “San Fermín tiene la culpa...”, “Uno de enero, dos de febrero...” o “La chata pirigüeta”.

Las peñas de Pamplona.- La relación completa de peñas que participaron este año en las calles de Pamplona fueron las siguientes:
         PEÑA MUTHIKO ALAIAK.- Llevaban pancarta con un motivo de fiestas pintado por Ardanaz; debajo del dibujo figuraba, con letra pequeña, la frase ¡Viva la muerte... de reúmas!. La canción de esta peña decía así: A San Fermín que es Patrono / de todos los navarricos, / en su corazón un Trono / le levantan los Muthikos. / A San Fermín que es tan majo / le pedimos cada día / que no nos falte trabajo / kozkor y alegría.
         PEÑA AMAIKAK BAT.- Llamó Este año la atención en la Plaza de Toros por su ruido y jarana incansable.
         PEÑA LA CHAVOLA.- Era bastante habitual que las peñas de esa época utilizasen sus pancartas para saludar a las forasteras, esta peña, sin embargo, en su tela de este año quiso saludar a las feas.
         PEÑA LA ÚNICA.- De todas las cuadrillas existentes esta era la más veterana.
         PEÑA EL BULLICIO.- Llevaban banda de música propia. Su canción decía: ¡Que Viva San Fermín, / la Peña El Bullicio / y el rico chacolí!.
         PEÑA EL CALDICO.- Esta alegre peña supo ganarse este año las simpatías de todos los pamplonicas gracias a su buen humor.
         PEÑA DEL HUEVO.- Así llamada porque todos sus miembros lucían faja y pañuelo amarillos.

Julián Marín.- En la tarde del día 11, y dentro del espectáculo cómico-taurino-musical de “El Bombero Torero”, el novillero tudelano Julián Marín –que empezaba a adquirir cierto renombre como tal- tuvo la oportunidad de torear dos novillos de la ganadería de Hernández. ¡Cómo lo haría aquél muchacho, que cortó las cuatro orejas y un rabo!.

Monumento a los “Mártires de la Cruzada”.- La fiestas de San Fermín sirvieron para presentar ante la ciudadanía, en el marco cultural de la Exposición de Artistas Navarros, una maqueta que recogía el proyecto de hacer un gran monumento en Pamplona dedicado a los “Mártires de la Cruzada”.

Toro toreado.- Al acabar el encierro del día 9 algunos granujas tuvieron la mala idea de citar a los toros de Villamarta con una chaqueta, consiguiendo darle a uno de los morlacos varios capotazos. Fue necesaria la intervención de los Guardias de Asalto para poder encerrar después a ese toro y despejar a los provocadores que se empeñaban en lidiarlo. Por la tarde los toreros se negaban a lidiar a ese toro por considerarlo resabido. Finalmente lo aceptó Pepe Bienvenida, pero le resultó totalmente imposible obtener de él nada bueno.