LOS SANFERMINES QUE HA VIVIDO EL GRAN HOTEL LA PERLA

DESDE 1881 HASTA LA ACTUALIDAD

FIESTAS DE SAN FERMÍN 1883


Como ya era costumbre, unos días antes de los Sanfermines el Alcalde Constitucional de esta ciudad, de acuerdo con el Gobernador Civil, promulgaba un bando que se ponía por las paredes, y en el que se regulaba todo lo relacionado con los encierros y con las corridas de toros. Así pues, el 2 de julio de este año, a través de estos carteles el alcalde recordaba a la población que en los encierros “se prohíbe a las mujeres, ancianos, y niños, situarse en las calles a la hora del encierro; así como colocar en ellas obstáculo alguno que pueda espantar al ganado y dificultar la operación, así como cualquiera otra demostración que perjudique a este acto”.
Respecto a las corridas de toros se establecía la prohibición de “entrar a la plaza con palos y arrojar a la misma naranjas, cáscaras y cosa alguna que pueda perjudicar a los lidiadores, así como dirigirles amenazas, insultos y cometer contra ellos agresión de ninguna clase”. Igualmente “se prohíbe por regla general el uso de palabras y ademanes indecorosos, y muy especialmente el de la blasfemia y el escándalo, como delitos penados por las leyes”.
Obsérvese que tanto el bando como el programa de fiestas tenían que estar siempre aprobados por “M. I. Sr. Gobernador Civil de la Provincia”; y cualquier modificación que se hiciese, igualmente había que comunicársela.

Un detalle importante a tener en cuenta es que en estos años las fiestas comenzaban oficialmente a las 4 de la tarde con la marcha a vísperas de la corporación municipal. Mejor dicho, a esa hora se iniciaba el acto religioso en la Capilla de San Fermín, a la que previamente había acudido la corporación municipal acompañada y precedida por macero, alguaciles, clarines y timbales, y de los gigantes y cabezudos “con las dulzainas y músicas del pueblo”.
El día 7, igual que se ha hecho siempre –tanto antes como después-, a las 10 en punto de la mañana salía por las calles la procesión de San Fermín, en la que acompañaban a la efigie del santo los gremios con sus correspondientes estandartes, el clero parroquial, el cabildo de la Catedral, y nuevamente la corporación municipal.

Las corridas de toros se celebraron los días 7, 8, 10 y 11 de julio. Para el 9 a la mañana se reservó la denominada “corrida de prueba”. Así pues, se lidiaron en total 27 toros, ¡todos ellos navarros!, correspondientes a las ganaderías de Lizaso Hermanos, de Tudela (6 toros con divisa blanca y verde); de la Sra. Viuda de Zalduendo, de Caparroso (6 toros con divisa encarnada y azul); de Raimundo Díaz, de Funes (6 toros con divisa amarilla y encarnada); de don Nazario Carriquiri, de Tudela (6 toros con divisa encarnada y verde); y de D. Pedro Galo Elorz, de Peralta (3 toros con divisa amarilla). Y se repartieron estos 27 morlacos entre los diestros Rafael Molina Lagartijo, y Salvador Sánchez Frascuelo, que eran los mejores del momento.

Todas estas ediciones sanfermineras, a la hora de historiarlas, cuentan con el inconveniente de que aún habiendo periódicos de periodicidad diaria en la ciudad, son muy pocos los ejemplares que han llegado hasta nuestros días, y ninguno de ellos afecta a los días de fiestas. Por ello es obligado recurrir, en el Archivo Municipal de Pamplona, a las actas municipales, y a la documentación correspondiente a “Diversiones públicas”; así como a algún archivo particular.

Detalle del prospecto que anunciaba este año los globos aerostáticos



PINCELADAS

Alcalde.- Joaquín García y Echarri

Horarios.- Encierro: 6 de la mañana; Corrida de toros: 4’30 de la tarde.

Carteles y programas.- Para las fiestas de este año se encargó el diseño y la confección de los carteles y de los programas de fiestas a Manuel Salví (Fuencarral, 46 – Madrid). Se hicieron un total de 100 carteles y de 3000 programas de mano, todo ello por un importe de 8000 reales. Una cosa que hay que saber es que la portada del programa no se correspondía con el cartel; se trataba de diseños diferentes que los hacía la propia imprenta en base a algunas ideas y orientaciones por parte del ayuntamiento correspondiente.
Del centenar de carteles que se hicieron, cinco de ellos quedaron directamente en Madrid, en donde fueron colocados. El resto viajaron a Pamplona, y desde la capital navarra fueron distribuidos a otras localidades provinciales, así como a Zaragoza, Vitoria, San Sebastián y Bilbao. Los que sirvieron para anunciar las fiestas en Pamplona y en otras capitales de provincia se hicieron en un papel más grueso (25 ejemplares en total) y el resto, los destinados a localidades de Navarra, en un papel más fino (los 75 restantes).
Los programas de mano, que tenían forma de estandarte, llegaron a Pamplona en dos tandas, primero 1300 ejemplares, y dos días después 1700 ejemplares.

Exhibición de luz eléctrica.- Con cinco focos de luz en la Plaza de la Constitución (Plaza del Castillo, para que nos entendamos)), y cuatro en el Paseo de Valencia, la compañía The Anglo-Spanish Brush Electric Light an Power” hizo una exhibición de lo que era la luz eléctrica. Fue necesario instalar para ello una máquina dinamo eléctrica del sistema Brush, capaz de alimentar 16 luces eléctricas del mismo sistema, con 14 lámparas de arco voltaico, cada una dando una potencia de 2000 bujías y ardiendo 16 horas consecutivas. El coste fue de 28220 pesetas.
Este espectáculo quedó fuera del programa, que se limitaba a anunciar la que empezaba a ser tradicional iluminación con gas en la Plaza de la Constitución, “ofreciendo un brillante aspecto la decoración de las fachadas del Palacio Provincial, Teatro Principal, edificio contiguo, fuente y templete”.

Remigia Echarren, la funambulista.- La tarde del día 9 de julio era diferente a las del resto de fiestas. Esa tarde no había corrida de toros, y la programación de actos se concentraba en la Plaza del Castillo. Quien allí se acercase tenía oportunidad de escuchar a las músicas y dulzainas del país. Y se colocaban cucañas para los niños, y para los no tan niños. Tampoco faltaban globos aereostáticos grotescos, ni el Tragantúa, ni el Orador insaciable.
Pero lo más esperado de esa tarde era la actuación de la funambulista pamplonesa Remigia Echarren, conocida artísticamente como Mademoiselle Aguatini, que descentralizaba los actos programados y se arriesgaba a cruzar el río Arga andando sobre una maroma, “ejecutando a su paso, difíciles y arriesgados trabajos”.

Pablo Sarasate.- A los conciertos de este año, al igual que en años anteriores, acudió como figura principal el violinista pamplonés Pablo Sarasate. El Ayuntamiento de Pamplona hizo también sus gestiones para que estuviese presente Julián Gayarre, incluso dejaron un palco reservado para él. Pero una inoportuna enfermedad le retuvo en Nápoles.